CARTA A MI PUEBLO

Te escribo como quien interroga al silencio, me
invento este juego de palabras con el único pretexto
de no sentirme deshabitado sin ti.

Este tiempo sin vos se parece al sueño y al olvido, a
la indiferencia; es como una maldición que me impide
retornar a tu existencia.

Me detengo por un instante y te descubro inmenso,
inexorablemente hermoso; una suave brisa me trae
el recuerdo de tus noches frías, de callada quietud,
colmadas de anhelos infinitos, acompañadas de
sueños milenarios.

Conservo en mi oído el canto perpetuo de tu Atrato,
ése que moldeó la mayor parte de tu geografía,
y el que, sin querer, te ha golpeado, talvés reclamando la
tierra que tus ancestros ocuparon en el afán de
darte vida.

Añoro tu amanecer opaco, habitado de labriegos que
se disponen a sembrar tus suelos; recorro en mi
memoria tus caminos arcanos,
sobrevivientes al paso de la guerra.

Mi niñez sigue rondando tus campos, descifrando las
figuras de lugareños que caminan ansiosos, cargando
el fruto de tu seno; reviviendo la amargura de
aquellos que debieron abandonar tú abrigo.

Evoco, con profunda emoción, el paso temporal por
tus veredas, en las que he sido testigo de la nobleza,
la grandeza y la amabilidad de tu gente.

Repaso en mi memoria las jornadas transcurridas en
compañía de tus indígenas, en las que bebí su
chicha para contemplar,
como ellos, su mundo.

Me distraigo reviviendo las noches de chirimía en
compañía de mis hermanos negros, extraño su
energía, su goce y su capacidad para enfrentar la vida.

Todo me lleva a ti: a tus calles, otrora de tierra, en
las que mis pies descalzos corrían en busca de la
gloria; a tu arquitectura colonial, a tus casas pintadas
con cal; a la belleza de tus mujeres; a la hermosura y
al olor tus flores.

En cada rostro que contemplo busco los rostros de tu
gente, cada gesto de grandeza hace honor a tus
hijos, cada acto noble y valiente.

Todos mis sueños te contienen y te anhelan:
infinito y siempre nuevo; el hombre que forjaste te reclama;
la verdad no sé que será de mí si no regreso pronto a ti,
a tu gente, a tu verde paisaje, a tu espíritu de rosa.

ALEXANDER ECHAVARRIA AGUDELO